Adiós, mi amor.
Dejé que volviera. Está ahí. Tendido y desnudo en la cama. Aún duerme. No me extraña, lo de anoche fue increíble. Bueno, como siempre. Aún me alucina que un hombre de su edad sea capaz de pasarse horas haciendo el amor. Haciendo el amor o follando, porque a veces no tiene nada que ver. A veces, solo está el animal salvaje saciándose y otras en cambio aparece el hombre sensible y enamorado capaz de hacer el amor con la delicadeza del que toca un violín. El caso es que volvió y le dejé pasar. Y dejé que de nuevo tomara posesión de lo que le pertenece: yo. Soy suya, lo sé, sé lo políticamente incorrecto que es ser de alguien en estos tiempos de libertad y emancipación. Y aun así no puedo cambiar eso. No tengo voluntad cuando está cerca, bueno, no, miento. Sí tengo, tengo el deseo irrefrenable de ser suya. Y él lo sabe. Sabe que puede irse mil veces y que podrá regresar mil una. Sabe que solo una mirada y una media sonrisa borrarán de un plumazo todos los destrozos que haya causado al marc