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Adiós, mi amor.

Dejé que volviera. Está ahí. Tendido y desnudo en la cama. Aún duerme. No me extraña, lo de anoche fue increíble. Bueno, como siempre. Aún me alucina que un hombre de su edad sea capaz de pasarse horas haciendo el amor. Haciendo el amor o follando, porque a veces no tiene nada que ver. A veces, solo está el animal salvaje saciándose y otras en cambio aparece el hombre sensible y enamorado capaz de hacer el amor con la delicadeza del que toca un violín. El caso es que volvió y le dejé pasar. Y dejé que de nuevo tomara posesión de lo que le pertenece: yo. Soy suya, lo sé, sé lo políticamente incorrecto que es ser de alguien en estos tiempos de libertad y emancipación. Y aun así no puedo cambiar eso. No tengo voluntad cuando está cerca, bueno, no, miento. Sí tengo, tengo el deseo irrefrenable de ser suya. Y él lo sabe. Sabe que puede irse mil veces y que podrá regresar mil una. Sabe que solo una mirada y una media sonrisa borrarán de un plumazo todos los destrozos que haya causado al marc

Mal día, buen día.

Mañana de mierda en el trabajo. No he parado ni un segundo. Salgo tarde pero hoy voy a resarcirme yendo al restaurante que está al lado de casa a comer. Que le den a la dieta, a los kilos y su puñetera madre. Entro todavía cabreada, tensa de tanta reunión, de aguantar las cansineces de los jefes. Busco una mesa lo más apartada posible, hoy no me apetece cruzarme con otro ser humano si lo puedo evitar. Estoy tan enfrascada en mí cuando voy hacia la mesa que he elegido, que casi tropiezo con unos pies que sobresalían en el pasillo. −JODER. Lo siento no quería gritar. Culpa mía, no he mirado, perdón− Busco la cabeza a la que le corresponden esos pies y me encuentro con unos bonitos ojos y una sonrisa encantadora. Otro “joder”, esta vez para mi fuero interno, esa cabeza y esos ojos pertenecen a un tío que está tremendo. Mierda, noto como me pongo roja como la grana. Solo espero que lo achaque a mi maravillosa torpeza y no al subidón hormonal que me acaba de dar. Sigo mi camino hasta la

La escapada.

Otra noche que terminaba con demasiado alcohol en la sangre. Acabar bebida cada noche se estaba convirtiendo en una peligrosa costumbre, pero era la única forma en la que conseguía, no solo que su recuerdo no doliera, sino sentir una falsa sensación de felicidad que le hacía recordar otras épocas en las que todo era fácil.  Abrió los ojos y miró el reloj de la mesilla de noche: las seis de la mañana. Un persistente dolor de cabeza le recordaba que había vuelto a pasarse de copas la noche anterior. Aún quedaba una semana para terminar las vacaciones y el día se presentaba igual de monótono y aburrido que los anteriores: comida familiar, baño en la piscina, salida con los amigos y acabar de nuevo bebiendo de más.  La idea de coger el coche y largarse a cualquier pueblecito perdido del Cantábrico volvió a cruzarse por su cabeza. Los días anteriores había desechado ese pensamiento porque pensaba que sus padres lo tomarían mal, pero estar allí encerrada empezaba a ponerla de muy mal humor y

Lisboa

Marcos acababa de escribir en Twitter que tenía dos días libres por delante y ningún plan a la vista. Sonia tenía un viaje a Lisboa pendiente y más que planificado desde hacía tiempo. Un magnífico hotel con unas vistas increíbles al océano, esperando a ser reservado en el momento preciso y la posibilidad de coger un par de días libres en el trabajo sin ningún problema. Justo en ese momento miraba atentamente lo que Marcos había escrito en su Twitter y sentía que era ahora o nunca.  Su relación no era tan fluida como antes, pero al menos volvían a hablarse con cierta cordialidad.   "Mañana paso por tu ciudad. Prepara una maleta para dos días. Nos vamos a Lisboa".  Ese fue el mensaje que Sonia acababa de dejar en el WhatsApp de Marcos. Una apuesta arriesgada y prácticamente perdida desde el principio, pero que, salvo por otra muesca más en su orgullo, no le importaba asumir. El premio eran un par de días más que geniales en Lisboa al lado de un hombre que le encantaba.  El dobl